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El Tragamón, el bosque mágico de Gijón / Xixón

Carbayera’l Tragamón. Fotografía: Manuel M.V.

El roble o carbayu (quercus robur) ha sido considerado como un árbol sagrado por muchos pueblos de Europa: los druidas celebraban sus ceremonias retirando ramilletes de muérdago de sus ramas, que lluego usarían en sus pociones, los griegos los consagraban a Zeus, hubo carbayos levantados en honor a Júpiter en las siete colinas de Roma y La Biblia alude al roble entre las muchas maderas con las que se construyó el Arca de Noé. Es además el símbolo del pueblo vasco, pues era bajo el árbol de Gernika donde los reyes juraban respetar los fueros. Y fue gracias a uno de estos famosos y añejos árboles, ubicado en la calle Uría, por lo que los ovetenses reciben cariñosamente (o no) el gentilicio de carbayones.

Una de las manchas de carbayos más antiguas y extensas de Gijón/Xixón podemos encontrarla en el barrio de Cefontes (de cien fuentes), solar del apellido Cifuentes. Se trata de la Carbayera’l Tragamón, un lugar muy apreciado por las familias xixonesas para pasar la tarde del domingo. Algunos suelen dividirla en dos, refiriéndose al bosque situado al norte de la carreterina de La Isla como la Carbayera de los Maizales. Ésta recibe su nombre de un antiguo merendero próximo con bastante fama en los 70, pero no existe como tal, sino que es una continuación de la del Tragamón, integrada parcialmente dentro del recinto del Jardín Botánico Atlántico desde 2003.

Guapo y curioso es el nombre de Tragamón, que aparece en la documentación del siglo XVI como «Tregomón», lo que nos invitaría a pensar que habría derivado de «tres del gamón» (detrás del gamón), una planta silvestre de flores blancas. Sin embargo, nada se sabe con certeza.

Toda la carbayera es Monumento Natural, con  ejemplares de hasta 500 años y 28 m de altura. Está dividida en dos zonas: la que pertenecía a la finca de La Isla, y la de terreno comunal. La primera de ellas responde a un crecimiento más natural sin intervención humana, mientras que la segunda fue aprovechada polos vecinos para leña hasta 1905, de ahí su crecimiento más irregular y a la vez tan fascinante.

Esta zona tuvo una gran importancia en la historia de La Transición en Asturias, pues aquí se celebró el célebre Día de la Cultura entre 1972 y 1984, una gran fiesta donde llegaron a actuar Ana Belén y Víctor Manuel, Nuberu, Rosa León y un ciento de artistas próximos a los movimientos de izquierdas. Su gran promotor fue Óscar Roza Riera, natural de Cimavilla, quien ilusionó a sus compañeros para llevar adelante este evento que juntó a varios colectivos y que fue, en definitiva, el germen de nuevos movimientos y partidos durante la moribunda dictadura franquista.

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