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Curiosidades

Origen y significado de la bandera asturiana

Por Denis Soria

Es el símbolo más poderoso de Asturias, el que nos hace visibles como pueblo, como identidad. Mostrada con orgullo en viajes y celebraciones, nunca fue difícil reconocer el coche de un asturiano, pero pocos conocen su historia…

Bandera asturiana. Fotografía: EL COMERCIO

 

¿Cuándo se crea la bandera de Asturias?

En 1794, cuando el Marqués de Camposagrado consultó a Jovellanos sobre el escudo que debía portar el regimiento de nobles asturianos. En una carta expuesta actualmente en la Junta General, el ilustrado propone el emblema de los reyes astures empleado antes de mudar la capital a León: la Cruz de la Victoria.

Era esa misma cruz de madera que portó Pelayo, según la leyenda, en la batalla de Cuadonga y que Alfonso III había mandado recubrir de oro y piedras preciosas en el año 908. Esa misma que desde hace más de mil años se conserva en la catedral de Oviedo/Uviéu y que está representada en varios edificios prerrománicos. ¡Ojo! El reino de Asturias nunca había tenido una bandera, pues los emblemas eran símbolos que se identificaban únicamente con los reyes. Es a partir del siglo XVIII cuando comienza a fraguarse la idea de que la nación transcendía al monarca.

Basta pues para fixar el blasón de Asturias haber indicado la insigna de que nuestros reyes usaron como divisa propia. Fundado el reyno de León esta divisa se hizo si no más propria, más peculiar de Asturias (…)

 

¡El omega siempre minúscula!

Las letras alpha y omega que cuelgan de sus brazos simbolizan el principio y fin de todas las cosas, la eternidad.

[Apocalipsis, 1-8: “Yo soy el Alpha y el omega, dice el señor Dios; el que es, el que era, el que viene, el todopoderoso”.]

Lo que a la mayoría se le escapa, incluso a Jovellanos, es que el omega SIEMPRE debe ser minúscula, pues así figura en todas sus representaciones durante el reino de los astures. No obstante, el error de poner ambas letras en mayúscula ha sido muy recurrente a lo largo del tiempo.

Inscripción del palacio de Alfonso III (Oviedo/Uviéu)

 

El color de la bandera es azul… o rojo

Jovellanos recoge ambos colores como válidos, aunque la oficial solo reconozca el azul.

«(…) pudiera serlo también en representación y colocarse en campo de gules o encarnado según Díaz del Valle.»

Sala Constitución de la Xunta Xeneral d’Asturies. Fotografía: Xunta Xeneral d’Asturies

La primera vez que se izó fue…

El 25 de mayo de 1808, en plena invasión francesa. Ese día la Xunta Xeneral de Asturias se proclama soberana, declara la guerra a Napoleón y crea el Exército Defensivo Asturiano, para el que necesitaban dotar de una bandera. La Xunta echa mano entonces del informe de Jovellanos, optando por el color azul y añadiéndole el lema «Asturias nunca vencida».

Posteriormente, la “azuleste” -como la llamaría el escritor Fernán Coronas- sería empleada tímidamente en los escudos de la autoridad provincial desde 1857, aunque consta su uso en celebraciones y mítines durante todo el siglo XIX y principios del XX. Llegada la Guerra Civil, la cruz y el león serán reproducidos en los emblemas del Consejo Soberano presidido por Belarmino Tomás.

Milicia provincial de Oviedo/Uviéu (“La Asturias Guerrera”, J.E.Casariego).
Vidrieras de la Xunta Xeneral. Fotografía: Xunta Xeneral d’Asturies.

 

¿Y en democracia?

La primera bandera de Asturias exhibida tras la dictadura franquista fue confeccionada en 1976 por Amelia Valcarcel, quien afirmó portarla por primera vez en el Día de la Cultura celebrado en la carbayera de Los Maizales.

Al año siguiente, un 21 de abril de 1977, Avilés se convertiría en el primer conceyu que izó la bandera asturiana oficialmente, gracias a la iniciativa del colectivo asturianista Conceyu Bable. Finalmente, La oficialidad para la bandera no llegará hasta la aprobación de la Ley de la bandera de 1990.

 

«Bable a la escuela, autonomía rexonal», manifestación del 22 de xunu del 1976.

5 tradiciones asturianas de la Noche de Ánimas

Repasamos los mitos y tradiciones más comunes en Asturias anteriores al Halloween

Hace no tanto las tradiciones eran un importante elemento de identidad, de refuerzo de una comunidad normalmente agrícola. Es lógico que con el refalfiu del Halloween a muchos nos asalte una sensación de vacío ante una celebración cuya única finalidad, después de todo, es el consumo y la ostentación. Y es que nuestra sociedad aún no tiene los dos pies fuera de ese mundo campesino, un mundo marcado por el ritmo de las estaciones. Así, sabemos que los gaélicos (irlandeses) conmemoraban, tras la cosecha, el Samain (literalmente, el «final del verano»). Y aunque se presupone que otros pueblos célticos contaban con festividades similares, no hay documentación muy extensa al respecto. Por otro lado, Manuel P. Villatoro señala que los romanos, también un pueblo indoeuropeo, honraban ese día a la diosa Pomona, la deidad del otoño y de las manzanas. Con el Papa Gregorio III vino la cristianización, trasladando la festividad de los «Mártires Cristianos» (Todos los Santos) al 1 de noviembre, para hacerla coincidir con la fiesta pagana. Esto es, «All Hallow’s Eve», abreviada como Halloween, sería la traducción al inglés de lo que nosotros llamamos «víspera de Todos los Santos», una celebración cristiana salpicada de tradiciones de origen pagano más o menos similares en toda Europa.

La cosa no quedaría en un simple anglicismo si no fuese porque la festividad que -literalmente- se nos vende no es sino un remake comercial fruto del cine y el marketing, alejado de las tradiciones del Oíche Shamhna o Halloween llevadas a Norteamérica por los emigrantes irlandeses. Y ya no digamos de las propias. Pese a todo, la resistencia a esta cultura manufacturada no siempre está exenta de contradicción. De hecho, en los últimos años se ha instalado la moda de enmascararlo bajo el nombre de Samaín, como pretendiendo dotarlo de mayor autenticidad, pero pasándose por el arco del triunfo la tradición asturiana. ¿Acaso llamarlo en irlandés nos resulta menos ajeno que hacerlo en inglés?

Ponerse a la defensiva tampoco es una opción. Si Halloween ha venido para quedarse, aprovechar su tirón podría ser una oportunidad para reinterpretarlo en clave asturiana, y recuperar así una parte de una parte de nuestro patrimonio hoy cercano a la desaparición. Lo contrario será como empeñarse en luchar contra un fantasma.

Aquí te traemos algunos mitos y tradiciones asturianas de la Nueche d’Ánimes o la viéspera de Tolos Santos recogidas por el etnógrafo Alberto Álvarez Peña.

 

1. L’AMAGÜESTU DE DIFUNTOS

El cementerio de Banduxu aún sigue decorándose con dibujos de flores el día de Tolos Santos (Fotografía: David Tuñón).

Una de las costumbres más arraigadas consistía en hacer amagüestos, una reunión que, si bien se repetía lo largo del otoño y el invierno, la solemnidad de la víspera de Tolos Santos obligaba dejar un puñado de castañas bajo un tapín de hierba, para aplacar el hambre de los difuntos. En este sentido, si restallaba alguna castaña, significaba que un ánima había conseguido salir del purgatorio. La tradición de dejar comida o agua en la puerta de las casas y los camposantos tuvo continuación hasta la década de 1940, al igual que la celebración de banquetes sobre las tumbas de los antepasados, tal y como sigue haciéndose hoy en México durante el Día de Muertos. Hablamos de rituales, sin embargo, tan antiguos y extendidos como perseguidos, ya desde tiempos de Alfonso X «el sabio».

«Pero aún hasta hace poco, en la Montaña, que es lo mismo para el caso que en Asturias, a las diez de la mañana de ese día se ponían en las tumbas las ofrendas «consistentes en sebosos cuartos de carnero, rancio vino de Málaga y panes de dulce álaga»» (Domingo Cuevas, Antaño, 1904)

 

2. AFURACAR CALABACES

Expo «calabaces y calaberes». Fotografía: Xardín Botánicu de Xixón

La costumbre de vaciar calabazas (nabos, mucho antes que la hortaliza americana) está ampliamente registrada en todo el norte de España hasta la segunda mitad del siglo XX. La tarea correspondía a los niños, quienes colocaban este calabazón iluminado con velas en las puertas y ventanas o en las encrucijadas de caminos, donde se supone que se aparecen las ánimas.

 

3. LA GÜESTIA

Por aquellos lares podía uno encontrarse fácilmente con los espíritus, pues durante la Nueche d’Ánimes la frontera entre el mundo de los vivos y de los muertos se desdibujaba por unas horas. El peor infortunio para el caminante era toparse con la Güestia, una «hueste» o procesión de almas en pena. Nada de lo que los muertos ofreciesen podía aceptarse, pues ello conllevaba convertirse también en difunto y vagar con ellos por toda la eternidad. De igual manera, tampoco convenía contrariarlos. Si convidaban a comida lo mejor era simular que se masticaba, de lo contrario no habría sal de frutas capaz de aplacar tan fatal destino.

 

4. LA MAR QUE DEVUELVE A LOS MUERTOS

En algunos pueblos pesqueros, como en Cuideiru, no se podía salir a faenar. Los pixuetos preferían arriar las velas y quedar en tierra esa noche ante el temor de que al recoger las redes éstas saliesen repletas de los huesos de aquellos marineros que habían perecido ahogados. Aunque no era el único peligro con el que se podían encontrar:

«Antiguamente los pescadores de Cudillero no salían a la mar la noche de todos los Santos ni la del día de la Encarnación. Pero una vez, la noche de todos los Santos, salieron dos lanchas a la pesca y al pasar frente a la concha de Artedo, vieron que, sobre el agua, casi a orilla de tierra, ardían muchas luces. Los marineros enfilaron las proas de sus lanchas hacia aquellas luminarias y rema que rema, porque allí las olas rompían con mucha fuerza, llegaron allá y vieron llenos de miedo, que las luces eran producidas por huesos que había puesto allí la Güestia».

(Aurelio del Llano, Del folckore asturiano, 1977)

 

5. L’AGUINALDU

Niños pidiendo l’aguinaldu en Robléu (Cerecea, Piloña). Año 1930.

Nada de ese fusilable «truco o trato». Los dulces había que ganárselos, como en Antroxu, por lo que los chavales salían con las caras embadurnadas de ceniza -sin disfrazarse- a pedir cantando por las casas, donde la recompensa solía consistir en chorizo, longaniza, castañas o avellanas. Y si había suerte, algún frixuelu (el terror de Pablo Casado).

«Queden con Dios señores
Nosotros con Dios nos vamos
Hasta l’añu venideru
Qu’en so casa mos veamos»

Por el contrario, si no recibían nada:

«Allá arriba n’aquel altu
Hai un perru cagando
Pa los amos d’esta casa
Que nun me dan aguinaldu.»

 

 

¿Por qué Asturias es un Principado?

Muchos asturianos piensan que el título tiene que ver con el reino de Asturias, pero la causa real es mucho más humillante
 

 

Ni Pelayo ni los reyes asturleoneses tienen que ver con el origen de un título que se remonta al siglo XIV, mientras Europa se desangraba por la Guerra de los 100 años. Asturias era entonces un territorio más del reino de León, integrado ahora en la Corona de Castilla. Y en medio de este jaleo nacerá nuestro protagonista, Alfonso Enríquez, hijo bastardo de Enrique de Trastámara, cuya crianza había sido confiada a Rodrigo Álvarez de las Asturias, uno de los nobles más poderosos de su tiempo. Su padrastro acabaría encariñándose con él, y le hará heredero del condado de Noreña, de Xixón, y de casi tres quintas partes de Asturias, junto con algunas posesiones en tierras de León.

Entretanto, había en Castilla dos hermanos enfrentados por el trono, Enrique y Pedro I (el cruel), que no paraban de buscarse las espaldas. Y no es una forma de hablar. Enrique logrará imponerse tras coser a Pedro a puñaladas (lo que en Asturias conocemos como «hacerse un Tomasín«), un suceso que vendría a abrir la puerta a Alfonso para convertirse en heredero, poniendo su espada al servicio del ejército castellano y buscando el favor de su padre con sus valerosas hazañas en Andalucía y Portugal. Pero éste tenía otros planes. Para firmar la paz con Portugal, Enrique II le prepara la boda con Isabel de Viseu.

Alfonso no podía estar más decepcionado, después de tanto esfuerzo su padre le había «recompensado» con otra bastarda, y no con la heredera legítima del trono portugués.

Torre de los Álvarez de las Asturias (Trubia, Gijón/Xixón)

Pero cuando Enrique muere, en 1379, Alfonso perderá otro tren al adelantársele su hermanastro Juan, quien echó todavía más leña al fuego prohibiendo a los nobles cobrar impuestos a la Iglesia. En 1383 Alfonso conspira contra él, pero sus planes son frustrados por el obispo de Oviedo/Uviéu, Gutierre de Toledo. Lejos de achantar, cuando se entera de los preparativos para el matrimonio entre Juan I y Beatriz, la heredera legítima del trono portugués, el conde acaba estallando. Era el acabóse.

Viendo cómo el trono se le volvía a escapar de las manos, el historiador xixonés Estanislao Rendueles describe cómo Alfonso intentó entonces crear un estado independiente de la Corona en la primavera de 1382, ofreciendo el puerto de Gijón/Xixón a ingleses y portugueses. Fracasó. Las tropas castellanas invaden Asturias por mar y tierra, y aplastan la resistencia de los castillos de Cangas y de Tinéu. Después del asedio de Gijón/Xixón Alfonso será hecho prisionero y todos sus dominios van a ser confiscados por la Corona. Nada distinto a un desahucio de los de hoy en día… De esta manera, la importancia de esta rebelión fue determinante para que Juan I crease el PRINCIPADO DE ASTURIAS en 1388, una fotocopia de la conquista inglesa de Gales que supeditaba los señoríos asturianos directamente a la autoridad real. Y no, este título no era un premio, era un mecanismo de sometimiento a los castellanos.

«(…) que la tierra de las Asturias que nós tomamos para la Corona del Regno por los yerros que el conde Alfonso nos fizo…

Juan I de Castilla

Enrique III (hijo de Juan I) y Catalina de Lancaster serán los primeros príncipes, y Asturias se convertirá en un Risk particular donde se entrenarán en las tareas nel gobierno. Parecía que la historia de nuestro conde iba a acabar aquí, pero la repentina muerte de Juan I en 1390 y la minoría de edad de Enrique III provocó un caos que Alfonso supo aprovechar a su favor, y después de 6 años preso recobró por fin su libertad y posesiones. Estaba preparado para hacer otro intento de independencia en 1395, the last, el definitivu, l’arrancadera…

Inmediatamente, los castellanos entran en Asturias por el puerto Payares con una fuerza de 2.600 hombres, y asedian la ciudad de Gijón/Xixón por segunda vez. Alfonso Enríquez marchará a Baiona para recabar apoyo militar, pero entonces, ¿quién quedaba al mando de la defensa de la villa? Nada menos que su mujer, la portuguesa Isabel, y sus partidarios, como Cortés de Parres, muy inferiores en número, pero apoyados en la morfología del peñón de Cimavilla, totalmente aislado durante la pleamar. El rigor del invierno enfrió los ánimos y ambas partes se avinieron a una tregua en la se que buscó la mediación del rey de Francia, pero la guerra se reanudaría en agosto. Durante ese tiempo los castellanos ensayarían el uso de artillería contra las murallas, en lo que sería el primer testimonio del empleo de pólvora en el norte peninsular.

Después de un mes resistiendo a la desesperada, Isabel rinde la plaza ante a falta de refuerzos. Era 6 de septiembre, una efeméride que quedará por siempre grabada a fuego en la historia de Asturias:

“Quemaronse los palacios del rey Pelayo (…) y también la Iglesia de La Virgen María, levantada sobre el faro herculino, las casas todas de la ciudad, la Iglesia de San Juan levantada sobre el templo de Apolo, la torre Augusta fue demolida y también los establecimientos de las cohortes, todo fue demolido y quemado y se arrojó sal sobre las tierras para hacerlas infértiles”…

Enrique III de Castilla
Desgraciadamente, casi todo lo que conocemos sobre esta historia corresponde a la versión de los vencedores, como la crónica de López de Ayala, que participó en persona en el asedio de Xixón. Cronistas que sembaron sus escritos de falsedades tales como que la «mala fembra» de Isabel había incendiado la ciudad antes de entrar los castellanos…
 
«Mas este chronista (…), e todos os mais escriptores Castelhanos, mostrarão-se sempre e mostrarão-se ainda hoje tão pouco affeiçoados ao Senhor D. João I, que tudo quanto elles dicem em desabono do caracter deste Illustre Principe, deve ficar, pelo menos duvidoso (…)»

Como castigo, Enrique III retirá a Xixón el privilegio de comerciar por mar, que pasaba ahora a San Vicente de la Barquera, y prohibirá a los vecinos volver a poblar Cimavilla, los cuales tuvieron que buscarse la vida en la zona de Somió durante años (y no en los chalets de hoy, precisamente). Pero hubo otras consecuencias; la caída en desgracia de las familias partidarias de los Noreña y el ascenso de las valedoras de los intereses castellanos, así como el fortalecimiento de la autoridad de Gutierre de Toledo, responsable de la castellanización de la Iglesia asturiana. Junto a todo eso, el ahora «Principado» vivirá un proceso de disgregación formal del reino de León, desvinculándolo de algunas de sus instituciones y creando otras, como la Junta General, revitalizada por los borbones tras reconocer al Principado como mayorazgo regio desde 1707, quizás para compensar la implantación de un organismo centralista como era la Real Audiencia (1717).

Y así, tras muchos ires y venires, en 1977, dos años después de la restauración de la monarquía, Felipe de Borbón recuperará el título de «príncipe de Asturias», celebrado por muchos asturianos. Otros, en cambio, verán en el título el recuerdo humillante de la derrota de Asturias y de la destrucción de Xixón.

¿Pero qué fue el conde de Noreña? Al parecer, sería asesinado por orden del rey en 1406. Su familia, refugiada en Portugal, fundará el poderoso linaje de los Noronha (Noreña), cuyo recuerdo más tangible bien pudiera ser el visitadísimo palacio de los duques de Bragança, en Guimarães, levantado por D. Alfonso y Constança de Noronha, hija de Isabel y Alfonso Enríquez.

 

Palacio de los Duques de Bragança, Guimarães (Fotografía: VisitPortugal)

El Tragamón, el bosque mágico de Gijón / Xixón

Carbayera’l Tragamón. Fotografía: Manuel M.V.

El roble o carbayu (quercus robur) ha sido considerado como un árbol sagrado por muchos pueblos de Europa: los druidas celebraban sus ceremonias retirando ramilletes de muérdago de sus ramas, que lluego usarían en sus pociones, los griegos los consagraban a Zeus, hubo carbayos levantados en honor a Júpiter en las siete colinas de Roma y La Biblia alude al roble entre las muchas maderas con las que se construyó el Arca de Noé. Es además el símbolo del pueblo vasco, pues era bajo el árbol de Gernika donde los reyes juraban respetar los fueros. Y fue gracias a uno de estos famosos y añejos árboles, ubicado en la calle Uría, por lo que los ovetenses reciben cariñosamente (o no) el gentilicio de carbayones.

Una de las manchas de carbayos más antiguas y extensas de Gijón/Xixón podemos encontrarla en el barrio de Cefontes (de cien fuentes), solar del apellido Cifuentes. Se trata de la Carbayera’l Tragamón, un lugar muy apreciado por las familias xixonesas para pasar la tarde del domingo. Algunos suelen dividirla en dos, refiriéndose al bosque situado al norte de la carreterina de La Isla como la Carbayera de los Maizales. Ésta recibe su nombre de un antiguo merendero próximo con bastante fama en los 70, pero no existe como tal, sino que es una continuación de la del Tragamón, integrada parcialmente dentro del recinto del Jardín Botánico Atlántico desde 2003.

Guapo y curioso es el nombre de Tragamón, que aparece en la documentación del siglo XVI como «Tregomón», lo que nos invitaría a pensar que habría derivado de «tres del gamón» (detrás del gamón), una planta silvestre de flores blancas. Sin embargo, nada se sabe con certeza.

Toda la carbayera es Monumento Natural, con  ejemplares de hasta 500 años y 28 m de altura. Está dividida en dos zonas: la que pertenecía a la finca de La Isla, y la de terreno comunal. La primera de ellas responde a un crecimiento más natural sin intervención humana, mientras que la segunda fue aprovechada polos vecinos para leña hasta 1905, de ahí su crecimiento más irregular y a la vez tan fascinante.

Esta zona tuvo una gran importancia en la historia de La Transición en Asturias, pues aquí se celebró el célebre Día de la Cultura entre 1972 y 1984, una gran fiesta donde llegaron a actuar Ana Belén y Víctor Manuel, Nuberu, Rosa León y un ciento de artistas próximos a los movimientos de izquierdas. Su gran promotor fue Óscar Roza Riera, natural de Cimavilla, quien ilusionó a sus compañeros para llevar adelante este evento que juntó a varios colectivos y que fue, en definitiva, el germen de nuevos movimientos y partidos durante la moribunda dictadura franquista.

¿Es Gigia el origen de Gijón?

¿Por qué el nombre de la mayor villa y conceyu de Asturias continúa siendo una incógnita?

La denominación de la villa y conceyu de Xixón ha variado en la documentación histórica a lo largo de los siglos. Geygion, Gigon, Giion, Gyjon, Xijon, Jixon y Xixón son algunas de las formas que se pueden rastrear en el papel. Pueden parecer diferentes, pero tanto el asturiano como el castellano lo habría pronunciado de forma casi idéntica hasta el siglo XVI, momento en que el castellano empieza a vocalizarlo como la actual «j». Así, el castellano mantuvo de alguna manera la grafía antigua con una pronunciación novedosa, mientras que el asturiano mantuvo la pronunciación histórica con una grafía algo más moderna (documentada ya desde 1634).

Vista de la costa central de Asturias, Pedro Teixeira (1634)

¿Pero de dónde procede ese nombre tan estraño? Nadie lo sabe con certeza, aunque no faltaron teorías de lo más disparatado. Tirso d’Avilés señaló su origen en el nombre de ‘Gerión’, un gigante mitológico al que Hércules roba el rebaño, al tiempo que Gregorio Menéndez Valdés habría propuesto ‘Ogixas’, uno de los nombres de Noé. Hubo hasta quien quiso ver el nombre de un rey etiope, ‘Gigon’. Sea como fuere, una de las propuestas de mayor éxito y calado sería ‘Gigia’. El parecido gráfico y fonético (aunque solo en apariencia) de esta antigua urbe romana con el nombre en castellano le granjeó gran popularidad, al punto de bautizar a la asociación de vecinos y algunos nombres comerciales. Sin embargo, el propio Jovellanos expresará sus dudas acerca de su viabilidad, pues Gigia (pronúnciese guíguia) no era sino el nombre de una población de la Asturia cismontana, esto es, situada en territorio de la actual provincia de León. Un nombre que pudo incluso haber evolucionado hasta la actual Cea.

Descartado queda, por tanto, identificar Gigia con Gijón/Xixón, como nos apunta Ramón d’Andrés en su Diccionariu toponímicu de Xixón (2007). Aquí podremos descubrir algunas curiosidades sobre éste y otros topónimos del conceyu, recogiendo algunas hipótesis algo más científicas. Las principales se resumen en dos; una desarrollada por Unamuno en referencia a un posible SAXUM, un peñasco o promontorio (algo verosímil si atendeamos al perfil de Cimavilla) y otra elevada por Xose Lluis García Arias en torno al genitivo de un poseesor, tal vez IAIONUS, IEIONIUS o GEGIONUS.

Conjeturas aparte, el origen del nombre de la villa y conceyu más poblado de Asturias sigue siendo, a día de hoy, un verdadero misterio.

 

[«la billa de xixon» 29 de agosto de 1635] Incluido en un informe sobre defensa que remitió Fernando Valdés a Felipe IV., se trata del plano de Gijón/Xixón más antiguo que se conserva.

10 cosas que no sabías sobre la montera picona

1. ¿De dónde viene la montera picona?

En origen habría sido un gorro con dos alas que podían bajarse para proteger las orejas del frío, pero desconocemos su antigüedad. Por el momento puede rastrearse a partir del siglo XVIII, por lo que podría haberse usado -fácilmente- ya en la Edad Media.

Como dijimos, en invierno se bajaban las alas para capear la lluvia, el orbayu o el viento, pero en verano también podía usarse de visera, gracias a la sombra de su picu baxu, como hace este vecino de Cangues retratado en 1895 por William Selkirk.

2. La montera tiene partes y todas tienen nombre.

La que cubre la cabeza se llama «casquete», mientras que las alas reciben el nombre de «ales» o «nales», terminadas en un «picalín». A partir de ahí se distinguen un par de variantes:

A) La de dos picos.
B) La repicona o picona propiamente, que suele tener reborde.

3. ¿El Quijote con montera picona?

El famoso hidalgo manchego fue retatado con montera picona por el pintor xixonés Evaristo Valle en 1948. Algunos dicen que quiso ironizar con el personaje de Cervantes por la imagen pésima que da de los asturianos en su novela…

4. La forma de llevarla podía indicar el estado civil. ¡MEJOR QUE EL TINDER!

– Si estaba con la nala recta: casado y formal.

– Si estaba con la nala terciada: disponible.

– Si tenía prendidos dos alfileres de cabeza roja en el reborde: enamorado y correspondido.

Además, antiguamente el picalín se adornaba con un ramillín o una pluma de pavo real, que luego se regalaba a la enamorada.

5. La montera no se quitaba ni dentro de la iglesia

Lo que suscitó la ira del obispo de Uviéu (el castellano Agustín González Pisador), quien obligó a los asturianos a descubrirse en el templo desde 1786.

6. Las mujeres también llevaron montera

Pero la abandonarán tempranamente, de manera que en 1889 solo se documenta entre las vecinas de Ponga y Amieva (aunque siguió siendo habitual que las viudas llevasen puesta la montera de su difunto marido).

La carbayona Marica Andayón (1764-1848), heroína de la Guerra de la Independencia, era conocida por vestir montera y capa masculina, por lo que era machistamente apodada «Pericu» (marimacho) Andayón.

7. Y los vaqueiros d’alzada…

Tal y como describió Jovellanos, pero fueron sustituyéndola a lo largo del siglo XIX por el sombrero leonés como elemento de diferenciación con respecto a los xaldos.

8. Fue usada en el pueblo cántabro de Tresviso

Debido a su gran relación con Cabrales.

9. La Pola Siero era la capital de la montera picona

La mayor parte de las que se usaban en Asturias se confeccionaban aquí, llegando a figurar 20 sastres y montereros en 1771.

10. Los últimos en usar la montera a diario fueron…

Ulpiano García, el sacamuelas de Salcéu (Quirós) y Antonio Campillo (el tíu Casona), nacido en Bulnes (Cabrales). Ambos llegaron a conocerse en las fiestas de San Mateo de Uviéu en 1924, invitados por el etnógrafo asturianista Aurelio del Llano.

No logramos averiguar la fecha de fallecimiento de cada uno, pero en 1928 Aurelio del Llano escribe en sus Bellezas de Asturias que Ulpiano era ya el único asturiano que vestía el traje del país, conque es posible que Antonio hubiese fallecido antes de esa fecha.

La uniformización de la moda que impuso la Revolución Industrial había acelerado el declive de la montera en el cambio de siglo, abandonándose definitivamente como prenda de uso diario en la década de 1920. Desde entonces pervivirá en las solemnidades, como símbolo de la identidad asturiana.

En Ser Asturianu lo tuvimos claro, la montera picona representaba como ningún otro icono el espíritu de asturianía y por ello decidimos que tenía que ser nuestra marca.

En fin, ahora ya sabes lo básico sobre la montera picona, ¿a qué esperas para ponerla en la mollera?

TOP 10 Torres medievales asturianas

Asturias llegó a contar con cerca de 300 fortalezas defensivas. Algunas de ellas controlaban rutas comerciales, otras sirvieron de defensa contra musulmanes o contra castellanos. Muchas otras, en cambio, fueron construidas como un símbolo permanente del estatus de las familias más poderosas del país. Te proponemos un viaje por diez torres medievales asturianas. ¡Conócelas!

 

1. Torrexón de Llanes


Declarado Monumento Nacional en 1876, se encuentra en la propia villa de Llanes, al lado del Ayuntamiento. Su construcción se remonta a 1270, durante el reinado de Alfonso X el Sabio, quien en ese año otorga nuevos fueros a la villa junto con el privilegio de erigir una muralla. Así, se piensa que la torre actual estaría asociaba a la muralla medieval con la función de vigía y de defensa, aunque llegaría a servir como cárcel del conceyu. Contaba además con un foso y un puente levadizo.

Restaurado en 1954, acoge hoy la oficina de turismo.

 

2. Torre de Banduxu (Proaza)

 

Con 12 metros de altura y 7 de diámetro, la Torre de Banduxu o Torre de los Tuñón está considerada como una de las torres defensivas asturianas mejor conservadas del periodo bajomedieval y la única que continúa habitada. Podemos encontrarla en la impresionante aldea medieval de Banduxu, en el corazón de los Valles del Oso, en el conceyu de Proaza. La fortaleza, que marca el límite entre los barrios de Toral y El Palaciu, fue levantada como símbolo de poder por la familia Álvarez de Banduxu entre los siglos XII y XV. En su planta superior presenta un escudo con las armas de los Tuñón, los Miranda y los Banduxu alrededor de un cuartel con una torre con una lanza.

Este edificio también sirvió como cárcel y ayuntamiento.

 

3. Torrexón de Villamoréi (Sobroscubiu/Sobrescobio)

 

El Torrexón de Villamoréi, conocido en época medieval como el Torrexón de Tielva, es todo lo que queda del antiguo Castiellu de los Aceales. Todo apunta a que fue construido en el siglo VIII por el rey astur Alfonso I sobre los restos de una fortaleza de origen romano. Su función era guardar el Camín d’Acéu, la antigua vía de comunicación que atravesaba las montañas asturianas desde León por el Puertu de Tarna hasta el Valle del Nalón. De hecho, era uno de los caminos principales que usaban los peregrinos para acudir a venerar las reliquias de la catedral de San Salvador de Oviedo/Uviéu. Fue donado en el siglo XII a la Orden de Santiago, pero sería abandonado en el siglo XV tras la fundación de la Pola d’Oviñana (hoy La Polina).

Para acceder a él desde la aldea de Villamoréi (Sobroscubiu) iniciaremos una ruta sencilla salpicada por el espesor de robles y castaños con unas vistas espectaculares sobre el embalse de Rusecu. A pesar de la belleza de sus ruinas no recomendamos ascender a la Peña los Moros, donde se yergue el torrexón, dado lo peligroso del sendero.

 

4. Torre Vieya de Viḷḷamouros (Cadavéu, Valdés)

 

A escasos 10 min de Ḷḷuarca se encuentra esta esplénida fortaleza señorial reconvertida hoy en hotel de lujo. La tradición cuenta que perteneció a un caballero llamado Pelayu (coetáneo y homónimo del rey Pelayu) que habría derrotado a los musulmanes a la altura de Curniana. A juzgar por los hallazgos arqueológicos en sus inmediaciones parece ser que su origen estaba en una antigua torre militar romana, reconstruida en varias ocasiones a lo largo de los siglos IX, XII, IV y XV. Durante el reino de los astures posiblemente tuviese interés estratégido contra las incursiones vikingas.

Un escudo en la casona anexa a la torre recoge la conocida leyenda de Viamouros en torno a la figura de Diego Pelaiz, un noble que, desterrado y despojado de todos sus bienes por orden del rey Mauregato, pone su espada al servicio de Alfonso el Casto. Restituido Alfonso II en el trono de Asturias, Diego Pelaiz recupera la torre después de expulsar a una algarada de moros que se había apropiado de la fortaleza y que habitaban en ella junto on algunas doncellas cautivas.

A sus pies podemos leer un poema grabado en piedra del escritor Fernán Coronas (el Padre Galo), que reza así:

«Subre’l cielu clariosu
firme negreya
cargada de memorias
La Torre Vieya.
Dica’l sou picu subu
sin escalada
ya vei esqueicidas cousas
la mía mirada.»

 

5. Torre de Revillagigedo (Gijón/Xixón)

 

El actual palacio de Revillagigedo se encuentra en la Plaza del Marqués de Gijón/Xixón y, aunque la mayor parte de la contrucción fuese levantada en el siglo XVIII por Carlos Miguel Ramírez de Xove (abuelo de Xovellanos y primer Marqués de Santisteban del Mar de Nataoyo), pocos saben que su torre este es de origen medieval (del siglo XV). La torre oeste se erigió, de hecho, con intención de mantener la simetría.

 

6. Turrixón de Trubia (Gijón/Xixón)

 

También en Gijón/Xixón, pero en a las afueras de la ciudad, el Turrixón o Turruxón de Trubia es uno de los iconos de la parroquia de L’Abadía Cenero. En su momento constituía una de las propiedades principales del poderoso Rodrigo Álvariz de les Asturies, pero sería adquirido posteriormente por la familia Valdés (la rama de San Cucao de Llanera) en el siglo XVI.

A pesar de su función militar y de control, posee un número infrecuente de ventanas (se conservan ocho) que denotan un uso residencial. A ello habría que sumar un gran corredor situado en el tercer piso de su fachada noroeste, hoy desaparecido (al igual que la muralla perimetral). Está declarado Bien de Interés Cultural y actualmente es de propiedad municipal.

 

7. Casa-torre de la Rúa (Oviedo/Uviéu)

 

Ubicada en la plaza de la catedral, la Casa-torre de la Rúa es otro de los edificios emblemáticos de la ciudad de Oviedo/Uviéu. La parte más antigua está datada en el siglo XIII, habiendo pertenecido con posterioridad al contador de los Reyes Católicos, Rodrigo de la Rúa. Fue reformada en el siglo XV, época a la que se ascribe su carácterística ventana de cruz.

Al ser de los pocos edificios que se salvó del gran incendio de la Nochebuena de 1521 es uno de los inmuebles más antiguos de la ciudad. Hoy está catalogado como Bien de Interés Cultural, con la categoría de monumento, protección que compatiliza con un uso hostelero centrado en bodas, eventos y celebraciones. No obstante, las dos últimas plantas están reservadas como residencia privada de sus propietarios, los marqueses de Santa Cruz de Marcenao.

 

8. Torre Vieya de Samiguel

 

Aunque a veces pase desapercibida, la Torre Vieya de Samiguel se encuentra en uno de los laterales de la catedral de San Salvador de Oviedo/Uviéu. Su factura más antigua parte de entre los años 884-885 d.C., cuando Alfonso III promueve la construcción de una fortaleza defensiva sin apenas ventanas para proteger las reliquias del reino de los frecuentes ataques vikingas.

A finales del siglo XI se le añadirá un cuerpo románico a modo de campanario con ocho arcos de medio punto con capiteles vegetales. A pesar de su remodelación, en el transepto del muro norte aún se conserva una inscripción fundacional:

En el nombre del señor Dios y salvador nuestro Jesucristo, y a la gloria de todos, de la gloriosa Santa María Virgen, a los doce apóstoles y restantes santos mártires… el príncipe Alfonso hijo del rey Ordoño de santa memoria mandó edificar esta fortificación con la esposa Scemena, habiéndoles nacido dos hijos, para que la defensa de la fortificación del aula del tesoro de esta santa iglesia permanezca sin daño; precaviendo que nada perezca, pues los gentiles suelen apresurarse con su ejército pirata naval, Dios no lo quiera. Esta obra ofrecida por nosotros, sea concedida en perenne posesión a la misma iglesia.

 

9. Torre de Peñerúes (Morcín)

 

Podemos encontrarla sobre una elevación próxima a la localidad de Campo (Peñerúes), en el conceyu de Morcín. Desde este pueblo podemos incluso realizar una ruta de ascensión hasta la torre para luego contemplar una panorámica incomparable sobre el embalse de Los Afilorios.

Es posible que sea una torre de vigilancia de origen romano, pero fue reconstruida en tiempos de Ordoño I y reformada en el siglo XII. Tiene unos imponentes 17 metros de altura, aunque su fachada sur se encuentra totalmente derruida.

10. Torre de los Valdés-Salas

 

En la villa de Salas podemos visitar el castillo y torre de los Valdés Salas, del siglo XV. Reconstruida tras su derrumbamiento en 1959, la fortaleza fue dotada de unas garitas esquinadas inexistentes en la original. Su interior acoge el museo prerrománico de Samartín de Salas.

El palacio, del siglo XVI, está conectado a la torre mediante un puente de arco de medio punto. Fue éste el lugar de nacimiento de Fernando Valdés Salas, inquisidor general y fundador de la Universidad de Oviedo/Uviéu. Es posible contemplar su explendoroso sepulcro en la cercana colegiata de Santa María La Mayor, obra de Pompeyo Leoni.

El mayor museo de molinos, en Asturias

Abierto al público en 1998 después de rehabilitar un molino familiar centenario, el museo de molinos de O Mazonovo de Taramunde es el mayor espacio museográfico dedicado a estos ingenios.

Taramunde juega al escondite. Se nos escabulle entre A Serra d’Ouroso y los montes de Eiros, tupidos por la sombra de un bosque autóctono hoy algo asediado por los eucaliptos.

Estamos en los confines del occidente de Asturias, más allá de A Garda un cartel nos marca una frontera que hace un tiempo pensábamos haber cruzado. El agua nos susurra en “a fala” (el gallego de Asturias); O Rego das Mestas, O Rego do Inferno, O Rego da Salgueira, O Río Turía… Pura poesía. Salpicando, retumba su eco mudo en decenas de molinos harineros, fraguas de hierro (mazos) o batanes para tratar los tejidos. Todo nos habla de un tiempo en el que su proliferación por toda la “comarca” del Eo-Navia dio nombre a la geografía. Así es que tenemos El Mazonovo en Bual, El Mazonovo de Santalla d’Ozcos y el que nos toca; O Mazonovo de Taramunde.

 

 

La curiosidad de este molino es que tiene un origen indiano. En el año 1899 Manuel López-Cancelos regresa a Taramunde tras probar fortuna en Argentina y decide instalar un molino de maquila a orillas del río Cabreira. Su ubicación era ideal, al lado de la capital del concejo y en el camino de confluencia de varias aldeas cercanas. En 1921 sus cuatro muelas ya no daban abasto para procesar todo el cereal, por lo que deciden añadir otras dos. En 1929 llegan a instalar una dinamo con el objetivo de electrificar las poblaciones de Taramunde, A Veiga de Llan y Nogueira, pero tras casi cien años moliendo el trigo, el maíz y el centeno del concejo cesó su actividad a principios de los años noventa. Finalmente, en 1998 los nietos de Manuel acuerdan rehabilitar el conjunto para acondicionarlo como espacio museográfico, convirtiéndolo de esta manera en el Museo de los Molinos de O Mazonovo.

 

Aunque realizar una visita con un guía oficial es siempre lo más recomendable, O Mazonovo es un museo muy interactivo. Tirando de una palanca, el visitante puede accionar por él mismo los mecanismos que hacen rotar las ruedas, los rodieznos, los árboles y las muelas. Así, un gran chorro de agua irrumpe violentamente empujando a un engranaje con varias piezas que cobran vida con una lógica mágica, como si fuese un gigante de madera.

Tradicionalmente el molín o moliño pertenecía a un propietario, y a éste acudían los labradores a moler el cereal para obtener la harina con la que amasar el pan. Por lo general no se pagaba con dinero, sino que el molinero se quedaba con una parte de lo que procesaba; la maquila. Pero claro, siempre habría alguno que maquilara más de la cuenta, de ahí que haya tanto cancionero y refranero tradicional donde el molinero no siempre salía precisamente bien parado.

A moliñeira taba de parto

e o moliñeiro nun tiña un cuarto.

A moliñeira votou a parir

e o moliñeiro votou a fuxir.

Cien xastres, cien molineros y cien texedores, son trescientos lladrones.

 

El recorrido continúa hasta una preciosa cascada artifical creada para reconducir el agua del río Cabreira hacia las aceñas, aunque en la senda nos toparemos con un molino asiático y un monjolo brasileño ofreciéndonos un poco de contexto en la evolución de estos ingenios a lo largo del tiempo y el espacio.

Su variedad y número de piezas (alrededor de 19) lo convierten en el mayor museo de molinos de Europa. «Tenemos cerca de 30.000 visitantes a lo largo del año» nos explica Carlos López-Cancelo, descendiente de una saga de molineros desde hace cuatro generaciones y actual dueño del museo, es además nieto del mismo Manuel López-Cancelo. «El turismo español sigue siendo el principal, aunque también logramos captar el francés o el alemán en menor medida». El mantenimiento de O Mazonovo se sustenta casi por completo en la venta de entradas y -eventualmente- en el suministro del excedente eléctrico a la red de distribución local, por lo que siempre están buscando la manera de atraer más visitas. «Sacamos un proyecto para llamar la atención de aquellos peregrinos que quieran hacer alguna parada en el camino de regreso». Esta inquietud por crecer y mejorar es lo que lo hace verdaderamente atractivo al conjunto. Y es que «O Mazonovo está en la primera posición de TripAdvisor de entre todos los museos de Asturias» subraya.

 

 

Otra baza del museo es su valor didáctico. Desde hace algún tiempo trabajan con varios colegios para poner en valor estos elementos etnográficos también entre las nuevas generaciones y transmitir en los chavales el amor al pasado. Todos tienen oportunidad de ver, aprender y experimentar, y si superan una pequeña prueba escrita pueden recibir ¡nada menos que un diploma de molinero! Aunque tenemos que confesar que hicimos alguna trampa…

 

¿Cómo llegar?

Desde Castripol hasta A Veiga/Vegadeo por la N-640 (N-642 en el caso de partir desde Ribadeo) y luego a Taramunde por la AS-21. En la parte sur del pueblo de Taramunde aparece indicado el museo, contando con aparcamiento de vehículos.

Horarios

Del 1 de marzo al 30 de junio y del 1 de octubre al 12 de diciembre.

· 10:30 a 13:30 | 14:30 a 17:00 – Fines de semana y festivos

Del 1 de julio al 30 de agosto

· 10:30 a 13:30 | 14:30 a 19:00 – Todos los días

Del 1 de septiembre al 30 de septiembre

· 10:30 a 13:30 | 14:30 a 17:30 – Todos los días

Tarifas

Entrada individual

· Mayores de 10 años…………………….. 3,90€

· Menores de 10 años……………………. 1,50 €

Grupos

· Normal (mínimo 17 personas)…………… 2,90€

· Escolares…………………………………… 1,50€

(2,90€ entre el 1 de julio y el 30 de septiembre)

 

Los plurales femeninos en asturleonés

Les cases, cantaben… Los plurales -es/-en son uno de los rasgos que más caracterizan a los asturianos, pero se trata de un fenómeno casi exclusivo del dialecto central del asturleonés. Casi, porque en el dialecto oriental hablado en Cangues, Ribeseya y Amieva también se realiza así.

Sin embargo, hay lugares que se usa el dialecto central, como en el sur de Ḷḷena y Ayer o en la comarca leonesa de Los Argüechos (con menor vitalidad), donde los plurales acaban en -as/-an (las casas).

Además, los habitantes del pueblo zamorano de San Ciprián (San Justu, Senabria) realizan los plurales en -es/-en (es cases) ¡aunque hablan el dialecto occidental! Parece ser que, por lo que se puede deducir de los archivos del monasterio de Courias (Cangas del Narcea), esta forma del plural pudo ser común a todo el asturleonés medieval.

Origen del Antroxu, el carnaval asturiano

Todo aquel que nos visite en estas fechas se sorprenderá al ver anunciado el Carnaval por el nombre de Antroxu, o arrugará la cara al comprobar que localidades como Nueva (en Llanes) lo celebran ¡nada menos que el 19 de marzo! Tranquilos, que todo tiene un porqué…

Cipriano el Hojalatero (Evaristo Valle, 1947)

Para poder entenderlo debemos retrotraernos a los días de fiesta, fartura y excesos previos a la Cuaresma (Quadragesima, periodo de 40 días previos a la Semana Santa), que daba comienzo el Miércoles de Ceniza, un momento de recogimiento en el que los fieles ayunaban o abandonaban el consumo de carne. De ahí la palabra carnaval, del veneciano carnevale, de carne (carne) y levare (quitar).

Pero el Antroxu (en algunas partes; Antrueyu, Antruidu, Antroiru, Entroido…) no tiene nada que ver con el culto cristiano. Procede del latín introitus (entrada), ya que antecedía al año nuevo (solía comenzar el mismo día de Navidad), teniendo su origen en las celebraciones campesinas de la Europa pagana -como las Saturnales o Lupercales– practicadas entre el equinoccio de invierno hasta la primavera. Es decir, en cierto modo se conmemoraba el “nacimiento de la luz”, cuando los días se empezaban a alargar, razón por la que también coinciden con las fiestas –cristianizadas- de Santa Lucía (20-23 de diciembre durante la Edad Media) y de La Candelaria o de la Luz (2 de febrero). El ciclo agrario se reanudaba y la vida volvía a reverdecer, pero había que ayudar a despertar a la tierra.

Esta es la raíz, por cierto, de la curiosa tradición en algunas zonas del occidente asturiano de prender ramones de paja para beneficiar la cosecha; El Pachizu o Los Payones.

 

Así, en muchos pueblos los vecinos se disfrazaban, prestándose a la fiesta y a la transgresión, gastando bromas y haciendo sonar lloqueros (cencerros). Esto venía acompañado también por copiosos y exagerados banquetes antes de la Cuaresma, sobretodo de carne de gochu y de dulces o llambionaes (frixuelos, picatostes, casadielles…). Aquí tenemos, pues, el origen de las célebres mascaradas de invierno festejadas hasta la primavera, de nuestro verdadero Antroxu.

‘Carnavalada de Oviedo’ (Evaristo Valle, 1928)

 

Y no tenían lugar únicamente en las aldeas, las pinturas de Evaristo Valle nos dan testimonio de su celebración en Oviedo/Uvieo. Tenemos constancia de L’Obispín, una mazcarada celebrada dentro de la propia Catedral de San Salvador entre el 18 de diciembre y los Santos Inocentes, o de personajes tan peculiares como La Destrozona, un varón vestido de mujer que repartía escobazos a diestro y siniestro.

Otro testigo de l’Antroxu ovetense fue el conocido escritor carbayón Perfecto Fernández (Nolo), quien en 1906 recoge algunas referencias en su obra “Veyures y Caxigalines”.

«¡Morrer tú?… Ha haber abondo
Pa que Xuanín ciarr’el güeyu
Sin ver d’isti añu les fiestes
Que se cellebren n’Uvieu
d’Antroxu les bullicioses
galanes de Samateu.»

Pero, ¡ay amigo! Con el clero hemos topado. La iglesia nunca vio con buenos ojos estas escandalosas festividades, que intentó restringirlas por todos los medios a los días previos al Miércoles de Ceniza (Xueves de Comadres, Domingo’l Gordu, Llunes y Martes d’Antroxu), aunque no siempre con éxito. Fue su prohibición tras la Guerra Civil lo que realmente determinó su desaparición.

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El Guirria de Ponga (fotografía: Desdeasturias.com)

Con la llegada de la Democracia muchos conceyos rescataron el Antroxu, pero la influencia de la televisión fijó el referente en el Carnaval de Brasil, de Cádiz o de Tenerife, olvidando la tradición asturiana. Hoy menos de una decena de estas mascaradas o mazcaraes han sobrevivido, casi todas recuperadas. Es el caso de Los Sidros y Les Comedies (Valdesoto, Siero), El Guirria (San Xuan de Beleño, Ponga), Os Reises d’El Valledor (Ayande), Os Reises de Tormaleo (Ibias), Los Aguilandeiros de San Xuan de Villapañada (Grau), Los Zamarrones de Ḷḷena, Los Guilandeiros de Tinéu y más recientemente, Los Mazcaritos de Uvieo y de Avilés. En este último conceyu, además, siguen reconstruyéndose algunos personajes de la mazcarada gracias a la recopilación de la memoria oral, como ha sido el caso de El Cornelu.

Otras, como Los Bardancos de Casu, Las Comparsas de Quirós, Los Aguilanderos de Xedré o La Puela o Los Zaparrastros de Ayer se encuentran en estado de letargo, esperando a ser retomadas por sus vecinos.

«Les Mazcaraes n’Asturies» (Denis Soria)

 

Antroxando palabras…

En este ambiente de juerga y socarronería no faltaban los cantares y las coplas aún presentes en la tradición oral. La mayor parte anónimas, aunque aún conservamos la autoría de algunas como las del popular Antón el Coque, resucitadas por el cantante Jerónimo Granda en 1977.

 

Por eso son tan valiososos estos otros versos recitados por Araceli Noval, vecina de Oles (Villaviciosa), porque muestran la cara más instrospectiva del Antroxu, la más sobria y moralizante.

 

Así que no, si nos acercamos a su historia, L’Antroxu asturiano no es una simple fiesta de disfraces. Bajo su máscara, latente, subyace ese pulso eterno entre el destello que se abre paso bajo la fría quietud de lo que un día fue primavera, convertido así en el mismo ciclo de la vida.

La *xuventú ye folixa, ye diversión, ye folgueta.
Les penes y desengaños quédense pa la vieyera.
Vosotros sois l’Antroxu, nosotros la Cuaresma.

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